Una noche del año 1216, Francisco estaba en oración y contemplación en la iglesita de la Porciúncula, cuando de improviso la iglesita se llenó de una vivísima luz, y Francisco vio sobre el altar a Cristo revestido de luz y a su derecha a su Madre Santísima, rodeados de una multitud de Ángeles. Francisco con el rostro en tierra adoró a su Señor en silencio.
Ellos le preguntaron entonces qué deseaba para la salvación de las almas. La respuesta de Francisco fue inmediata: "Santísimo Padre, aunque yo soy un pobre pecador, te ruego que a todos los que, arrepentidos de sus pecados y confesados, vengan a visitar esta iglesia, les concedas amplio y generoso perdón, con una completa remisión de todas las culpas". | |
| "Lo que pides, Hermano Francisco, es grande - le dijo el Señor -, pero de mayores cosas eres digno, y mayores tendrás. POR LO TANTO, ACCEDO A TU PETICIÓN, pero con la condición de que pidas de mi parte a mi vicario en la tierra esta indulgencia". |
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