21.9.10

21 de septiembre, San Mateo.


San Mateo y el ángel, Simone Cantarini.

21 de septiembre
San Mateo
Apóstol y evangelista
Antes de su conversión, Mateo ocupaba el cargo de cobrador de impuestos, tan odiado por los judíos. Cuando el Redentor pasó por delante de su caseta de aduana y le dijo: “Sígueme”, Mateo abandonó su remunerativo puesto y el mismo día de su elección organizó un gran banquete e invitó a muchos de sus antiguos compañeros y a otros pecadores. Cuando los fariseos refunfuñaron por ello, Jesús rechazó sus quejas diciendo: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Mateo pasó al grupo de los doce apóstoles. Tras la muerte del Señor, su actividad se concentró primero en las in mediaciones de Judea y escribió u Evangelio en la lengua popular de los judíos, el arameo. Cuando los apóstoles se repartieron el mundo conocido en cuatro partes para evangelizarlo, a Mateo le tocó en suerte Etiopía, tierra a la que convirtió después de actuar allí como evangelizador durante treinta y tres años.
También el rey Egipo se hizo bautizar con toda su familia y su séquito. Ifigenia, hija del rey, fundaría un monasterio con otras doscientas doncellas. Pero de repente falleció Egipo y ascendió al trono Hitarco. Éste deseaba a Ifigenia con una pasión incontrolada y le prometió a Mateo la mitad de su reino si lograba persuadirla para que se desposara con él, Mateo lo invitó a participar en la misa del domingo siguiente, en la que Ifigenia y sus doncellas estarían dispuestas a contraer matrimonio. El rey pensó que mateo quería inclinarla a su favor y se presentó a la iglesia lleno de expectativas. Entonces dijo el apóstol: “Como el matrimonio es lago tan puro, cualquiera que raptara la esposa del rey merecería la pena de muerte. Pero vale también para ti, rey. ¿Cómo puedes atreverte a robarle la esposa a aquél que es más poderoso que tú?”. El soberano abandonó la iglesia rugiendo de cólera y ordenó a un esbirro que matara a Mateo. El verdugo se precipitó sobre el altar y mató al apóstol por detrás, con un hacha.
Hitarco hizo prender fuego al edificio donde vivían Ifigenia y las doscientas doncellas. Pero las llamas ni rozaron la casa, sino que saltaron hacia el palacio real. Sólo el soberano y su hijo escaparon al incendio. El hijo, sin embargo, se vio poseído por un espíritu maligno, que le obligó a confesar su crimen ante el sepulcro del santo. El padre, atacado por una lepra incurable, se arrojó sobre su propia espada. Entonces, el pueblo eligió al hermano de Ifigenia como soberano, y reinó durante setenta años fortaleciendo a la Iglesia de Etiopía.
Albert Christian Sellner, Calendario perpetuo de los santos. Editorial Sudamericana.