15.2.11
el camino de los gatos.
Yo no sé qué decirte, pero, a mí me parece que la lluvia, el viento, el tiempo, ya han borrado el camino de los gatos.
Si tuviera que volver sería en una tarde como aquélla, un día en que se doraban por igual, la mermelada y un ratón recién cazado, con las orejitas dulces. Y los gatos vigilando en la ventana, en la puerta, cerca de la olla, sobre cada almohadón, al lado de los muebles, -del ropero, de la cómoda-, adentro de las plantas, -del magnolio, del peral,- al pie de la celedonia y sus duraznos y sus mariposas de oro. Los gatos grises, amarillos, negros y nevados, conocían todo lo de ayer, lo del porvenir, lo que estaba pasando.
De ellos es el original del "Libro de los muertos", de la Biblia, saben bien quién ha de ser al final el triunfador y por qué se desató la guerra de los huertos. Vivos y dormidos con sus caras egipcias, de Amón-Ra y de Jano y de Jesucristo. Lúbricos e inmóviles, aguardaron mi vuelta de la escuela, del liceo, de los bailes, de la nada, formando fila a lo largo de todo el camino de las salvias.
Eran un centenar, y parecían uno solo, único. Estaban allí como un milagro.
Quisiera desfilar una vez, más,
sólo una vez más,
otra vez,
por aquel, desesperante, camino de los gatos.
Marosa di Giorgio.
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