10.10.08

Francisco de Borja y Teresa de Jesús

A Santa Teresa de Jesús, le costó harto esto de entender el camino al que Dios la llamaba. Ella sentía que la encarnación del Verbo, el que Dios se hubiera hecho hombre en la persona de Jesucristo, era un signo claro de que la experiencia de Dios era algo que se debía buscar en gran parte en "uno mismo", la propia humanidad. Al parecer en esa época era escandaloso el "Serán perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto". la Inquisición andaba muy atenta a cualquier novedad. tanto que él también fue puesto en el "Índice" por su libro "Las obras del cristiano". San Francisco de Borja la apoyó, a la sta. y le recomendó no mortificarse ni cuestionarse tanto en el ejercicio de la oración.

Dice el P. Jaime Correa Castelblanco,en su trabajo "San Francisco de Borja"

La gran Santa Teresa de Avila, cuando enumera en sus Cuentas de conciencia a las personas espirituales de la Compañía de Jesús con quienes habló de sus cosas, dice: "al Padre Francisco, que fue duque de Gandía, traté dos veces".

El primer encuentro de los dos santos debió suceder en 1555 y el segundo en 1557, durante la Semana Santa. El tema de la consulta que Teresa propuso al Padre Francisco fue el de su oración, que tanto la atormentaba por esos años.

"Yo pregunté al Padre Francisco si sería engaño esto, porque me traía boba, y me dijo que muchas veces acaecía". Y la misma santa, en el Camino de perfección, dice: "era muy posible; a él mismo le acaecía".

"En ese tiempo vino a este lugar el Padre Francisco, que era duque de Gandía y había algunos años que, dejándolo todo, había entrado en la Compañía de Jesús. Procuró mi confesor para que le hablase y diese cuenta de la oración que tenía, porque sabía que iba adelante en ser muy favorecido y regalado de Dios, que, como quien había mucho dejado por El, aun en esta vida le pagaba. Pues, después que hubo oído, díjome que era espíritu de Dios y que le parecía que no era bien ya resistirle más...que si el Señor me llevase el espíritu, que no lo resistiese, sino que dejase llevarle a Su Majestad, no lo procurando yo. Como quien iba bien adelante, dio la medicina y consejo, que hace mucho en esto la experiencia. Dijo que era yerro resistir ya más. Yo quedé muy consolada; holgábame mucho que dijese era de Dios".



Dice Sta. Teresa en el libro de su vida: "Mas como Su Majestad quería ya darme luz para que no le ofendiese ya y conociese lo mucho que le debía, creció de suerte este miedo, que me hizo buscar con diligencia personas espirituales con quien tratar, que ya tenía noticia de algunos, porque habían venido aquí los de la Compañía de Jesús, a quien yo -sin conocer a ninguno- era muy aficionada, de sólo saber el modo que llevaban de vida y oración; mas no me hallaba digna de hablarlos ni fuerte para obedecerlos, que esto me hacía más temer, porque tratar con ellos y ser la que era hacíaseme cosa recia" [Vida, 23,3]

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