1.3.15

Devoción de los 30 días a San José

San José, devoción de los 30 días ¡Oh amabilísimo Patriarca, Señor San José! Desde el abismo de mi pequeñez, dolor y ansiedad, te contemplo con emoción y alegría de mi alma en tu solio del cielo, como gloria y gozo de los Bienaventurados, pero también como padre de los huérfanos en la tierra, consolador de los tristes, amparador de los desvalidos, gozo y amor de tus devotos ante el trono de Dios, de tu Jesús y de tu santa Esposa. Por eso yo, pobre, desvalido, triste y necesitado, a Ti dirijo hoy y siempre mis lágrimas y penas, mis ruegos y clamores del alma, mis arrepentimientos y mis esperanzas; y hoy especialmente te traigo ante tu altar y tu imagen una pena que consueles, un mal que remedies, una desgracia que impidas, una necesidad que socorras, una gracia que obtengas para mí y para mis seres queridos. Y para conmoverte y obligarte a oírme y conseguírmelo, te lo pediré y demandaré durante treinta días continuos en reverencia a los treinta años que viviste en la tierra con Jesús y María, y te lo pediré, urgente y confiadamente, invocando todos los títulos que tienes para compadecerte de mí y todos los motivos que tengo para esperar que no dilatarás el oír mi petición y remediar mi necesidad; siendo tan cierta mi fe en tu bondad y poder, que al sentirla te sentirás también obligado a obtener y darme más aún de lo que te pido, y deseo. 1.- Te lo pido por la bondad divina que obligó al Verbo Eterno a encarnarse y nacer en la pobre naturaleza humana, como Dios de Dios, Dios Hombre, Dios del Hombre, Dios con el Hombre. 2.- Te lo suplico por tu ansiedad de sentirte obligado a abandonar a tu santa Esposa, dejándola sola, y yendo solo sin ella. 3.- Te lo ruego por tu resignación dolorosísima para buscar un establo y un pesebre para palacio y cuna de Dios, nacido entre los hombres, que le obligan a nacer entre animales. 4.- Te lo imploro por la dolorosísima y humillante circuncisión de tu Jesús, y por el santo y dulcísimo nombre que le impusiste por orden del Eterno para consuelo, amor y esperanza nuestra. 5.- Te lo demando por vuestro sobresalto al oír del Ángel la muerte decretada contra tu Hijo Dios, por vuestra obedentísima huida a Egipto, por las penalidades y peligros del camino, por la pobreza del destierro, y por tus ansiedades al volver de Egipto a Nazaret. 6.- Te lo pido por tu aflicción dolorosa de tres días al perder a tu Hijo, y por tu consolación suavísima al encontrarle en el templo; por tu felicidad inefable de los treinta años que viviste en Nazaret con Jesús y María sujetos a vuestra autoridad y providencia. 7 .- Te lo ruego y espero por el heroico sacrificio, con que ofreciste la víctima de tu Jesús al Dios Eterno para la cruz y para la muerte por nuestros pecados y nuestra redención. 8.- Te lo demando por la dolorosa previsión, que os hacía todos los días contemplar aquellas manos infantiles, taladradas un día en la Cruz por agudos clavos; aquella cabeza que se reclinaba dulcísimamente sobre tu pecho, coronada de espinas; aquel cuerpo divino que estrechabas contra tu corazón, ensangrentado y extendido sobre los brazos de la Cruz; aquel último momento en que le veíais expirar y morir por mí, por mi alma, por mis pecados. 9.- Te lo pido por tu dulcísimo tránsito de esta vida en los brazos de Jesús y María y tu entrada en el Limbo de los Justos en el cielo, donde tienes tu trono de poder. 10.- Te lo suplico por tu gozo y tu gloria, cuando contemplaste la Resurrección de tu Jesús, su subida y entrada en los cielos y su trono de Rey inmortal de los siglos. 11.- Te lo demando por vuestra dicha inefable cuando viste salir del sepulcro a tu santísima Esposa, resucitada, y ser subida a los cielos por ángeles, y coronada por el Eterno, y entronizada en un solio junto al tuyo como Madre, Señora y Reina de los ángeles y hombres. 12.- Te lo pido y ruego y espero confiadamente por tus trabajos, penalidades y sacrificios en la tierra, y por tus triunfos y gloria feliz bienaventuranza en el Cielo con tu Hijo Jesús y tu esposa Santa María. ¡Oh mi buen San José! Yo, inspirado en las enseñanzas de la Iglesia Santa y de sus Doctores y Teólogos y en el sentido universal del pueblo cristiano, siento en mí una fuerza misteriosa, que me alienta y obliga a pediros y suplicaros y esperar me obtengas, de Dios la grande y extraordinaria gracia que voy a poner ante este tu altar e imagen y ante tu trono de bondad y poder en el Cielo: la espero, Santo Patriarca. (Aquí, levantado el corazón a lo alto, se le pedirá al Santo con amorosa instancia la gracia que se desea.)

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